EL INTI RAYMI Y EL RITUAL DEL HAWAY CAÑARI
INTRODUCCIÓN
En la época de la cosecha los frutos de maíz, kinwa, papa, oca melloco mashwa, y otras gramíneas adaptadas en el medio andino como el trigo y la cebada están ya maduros y listos a recoger y ser guardados o comercializados. En esta época, exactamente el 21 de junio cuando produce el solsticio de verano en el hemisferio norte, los pueblos kichwas celebramos el Inti Raymi mediante limpias y baños rituales, la música y la danza. Esta celebración fue sustituida por los curas y religiosos católicos con el Corpus Cristi.
Estas manifestaciones de espiritualidad y ritualidad se ejecutan con gran devoción y respeto a Pachakamak y los seres telúrico-cósmicos a través de los elementos visibles o cercanos que se convierten en seres mediadores entre lo humano y lo divino; por lo tanto, de ninguna manera se trata de idolatría, como sostienen ciertos escritores que desconocen la visión cósmica profunda de los pueblos andinos.
El Haway una verdadera manifestación cultural cañari
En el mundo andino desde las épocas anteriores recrearon variadas formas de agradecimiento a “Pachakamak” y los elementos telúrico-cósmicos por la obtención de buenas cosechas agrícolas, especialmente el maíz donde se originó el ritual del “Haway”; mientras en la colonia esta manifestación fue transferida a la cosecha de trigo y cebada.
La manifestación cultural de la cosecha se refiere a los hechos y costumbres acumulados por el ser humano a través de su historia. Además, son expresiones de mucho valor mantenidas desde nuestros antepasados y transmitidas de generación en generación, en ciertos casos de manera original y en la mayoría adaptadas al proceso colonial y religioso católico.
Estos elementos culturales surgieron en la comuna y la familia, que practicaron “La Minka”, trabajo en beneficio de la comuna; y, el “RANTINPAK” (presta-mano) otra forma de organización pequeña dentro de la familia, que se realiza trabajos en beneficio de cada hogar, demostrando la unidad, solidaridad, amistad, cooperación y adelanto para el bienestar colectivo e individual de los miembros.
Mito de Origen del Haway.
En tiempos remotos un viajero salió de su hogar para realizar el intercambio de productos que era el sustento de la familia, como fiambre (comida de camino) llevó machka (cebada tostada y molida).
En el trayecto del camino, de pronto, se encontró con un cóndor alimentándose de un becerro. Al ver la escena el viajero manifestó: “Coma con tranquilidad que yo no le informaré al dueño”-; además le preguntó, si tal vez quería la comida que llevaba. El cóndor le contestó que él no comía machka, únicamente carne; al mismo tiempo, aconsejó al viajero que lleve el alimento ya que más adelante se encontrarán las hormigas que si necesitan del alimento ofrecido.
El caminante seguía su marcha hasta que se encontró con la multitud de hormigas, recordando el mensaje del cóndor, regó la machka en el espacio donde estaban estos seres, que comieron sin dejar una sola partícula de la harina; posteriormente, el viajero entabló un diálogo con las hormigas y les preguntó si ellas conocían de un trabajo. Las hormigas animosamente respondieron que sí sabían la existencia del trabajo en una hacienda cercana, que consistía en la cosecha de trigo.
Las hormigas le propusieron al viajero que realice un contrato de trabajo con el dueño de la gramínea, además del dinero que les proporcionare abundante machka, que servirá de alimento para las hormigas laboriosas.
Luego del diálogo el viajero se dirigió a la hacienda y mediante la conversación con el dueño, logró realizar el contrato tal como había planificado con las hormigas. Además, el viajero propuso que el dueño no debería asomarse en el lugar de la cosecha porque él se encargaba de entregar el grano limpio en su totalidad.
Luego de la negociación, el viajero se puso en contacto con todas las hormigas para realizar la cosecha, quienes llegaron al campo y comenzaron el trabajo; aquí las hormigas subían a la espiga del trigo y cada una llevaba un granito hacia la era (lugar de almacenamiento de la gramínea), cumplían un trabajo cooperativo y organizado.
En el trabajo, la multitud emitía bulliciosos gritos y sonidos de quipas; una de ellas cantaba el Haway, que se convirtió en un ritual de animación para las trabajadoras. Así transcurrían los días amontonando el trigo que, con la luz solar, brillaba como pepitas de oro.
Al llenar la era, el caminante comunicó al dueño que ya concluyó la actividad; el dueño, al llegar al espacio, se quedó asombrado del trabajo cumplido ya que el montón de trigo se veía tan limpio y brillante; después, el dueño propuso al contratista para que entregara el trigo en la casa, a cambio le proporcionaría cualquier tipo de recompensa, al mismo tiempo facilitó algunas mulas muy ariscas para que traslade el trigo.
Al instante, apareció el cóndor, que le ofreció amansar a las mulas chúcaras, mediante aletazos de sobrevuelo. Finalmente, el viajero cargó el trigo en las mulas y entregó en la casa y recibió su recompensa.
Desde aquel acontecimiento, el pueblo cañari hereda este patrimonio cultural muy importante del Ritual del Haway y practica en el tiempo de cosecha marcada en el calendario agrícola ritual andino.
Personajes del Haway en el tiempo de la colonia
Segadores.
En este grupo se integraban personas mayores de cuarenta y cincuenta años, que cortaban el trigo de manera cuidadosa sin dejar una sola espiga, este trabajo lo realizaban durante varios días hasta terminar la cosecha; esta agrupación era controlada por Mayordomos y Mayorales, a veces hasta por los Administradores para que el trabajo sea realizado normalmente y sin ningún desperdicio.
Cada persona llevaba una hoz grande que era construida de hierro aplanado en forma de un arco redondeado, picado en puntas y limado en forma de zigzag. Durante la maniobra cumplían órdenes de los mayorales ejerciendo la faena en forma ordenada y paralela.
La concentración de las personas para el trabajo de la cosecha, se lo realizaban mediante sonidos musicales de las quipas, flautas, voces o gritos humanos, los mismos que se escuchaban hasta algunos kilómetros de distancia; junto con esto venía el “Canto del Haway”, desde el comienzo de la cosecha hasta la culminación, emitiendo diferentes tonalidades y letras. Todo este bullicio, se anunciaba mediante un armónico grito que lo emitían en cada término de las estrofas del Haway.
Aquí se cita algunas canciones entonadas: 1. Muyu/semilla, 2. Tushuy/danza, 3. Puruwaya/mujer puruhá, 4. Chilina/naranja, 5. Pichkay/lavatorio, 6. Kinti/picaflor, 7. Llamkay/obraje, 8. Piña kari wakra/toro bravo, 9. Apyu/mula, 10. Anka/gavilán, 11. Puku/lechuza, 12. Cuenca kiwa katuk/hierbatera de Cuenca, 13. Puchukay raymi/la uyanza.
En cada tema y verso del haway están algunas manifestaciones de carácter social y religioso que motiva a la gente a servir y cumplir con la iglesia, y la hacienda; reflejándose finalmente en una forma de explotación por parte de la iglesia, mediante imposiciones, pecuniarias y ritos religiosos como la misa y la adoración a personajes católicos (santos). Además, son relatos de carácter amoroso, por ejemplo: Cuenca Doña, que consiste en un sentimiento apasionado del hombre a la mujer amada, que finalmente sale traicionada y se convierte en esclava.
Acarreadores.
Esta agrupación estaba formada de tres a cuatro grupos o cuadrillas de personas jóvenes, comprendidas entre las edades de veinte y treinta años; cada cuadrilla abarcaba un mínimo de cuarenta personas dirigido por un guía o jefe de cuadrilla llamado “GUÍA MAYOR” que era un hombre capaz, corpulento y ágil para continuar en su puesto de trabajo durante semanas y todo el tiempo de 1a cosecha, lo mismo sucedía con el segundo llamado “TRACE GUÍA” y el tercer personaje.
Este grupo se encargaba en recoger las gavillas cortadas por los segadores, con lazos hechos de cuero de res, más o menos de tres a cuatro brazadas amarraban, cargaban a espaldas y se dirigían hacia el sitio denominado ERA (lugar o sitio de tierra sólida, en donde se construye la parva que después se realiza la trilla) almacenando la gavilla en la denominada PARVA (un montón de gavillas tejidas en forma cilíndrica de base redondeada).
En el trayecto entre la era y el lugar de corte realizaban juegos recreativos imitando al toro bravo, elegían a una persona más fuerte para que se disfrace de toro y otros se hacían de vaqueros y las mismas betas de cargar servían para lacear al toro que iba por encima de las mujeres que recogían la gramínea desperdiciada.
También se disfrazaban de ASNO, un juego con movimientos y gritos imitados al animal que corría por medio de las mujeres. Igual se organizaban otros juegos religiosos, tales como el pase del niño, que consistía en disfrazarse en diferentes personajes que se integraban en la fiesta; así: unos de priostes que llevaban el Niño, el síndico, dueño del Niño, un cohetero que lanzaba piedras y rastrojos. El Niño era un cráneo o hueso de animales muertos, compuesto con flores de diferentes colores; y, la misma beta servía de cinta o cordón que llevaban los denominados borleros. Todos estos actos eran muy divertidos y los trabajadores no sentían cansancio del trabajo por todos estos juegos que realizaban.
Los parveros
Cuando los cargadores o acarreadores llegaban con la gavilla, los parveros estaban obligados a recibir la gavilla y en un menor tiempo colocar en la parva que tenía una forma cilíndrica; su base redondeada medía de tres a cuatro metros, en la base colocaban piedras con el fin de evitar que la humedad pueda causar perjuicios a la gramínea.
Los parveros se conformaban de seis personas divididas en dos cuadrillas de tres personas, uno era el guía que iba figurando por la orilla de la parva, el segundo ejercía el sostén de la primera gavilla que iba a la orilla y el tercero rellenaba el centro de la parva. Con este procedimiento seguían hasta cuatro o cinco metros de altura, por último, la parva terminaba en forma de cono, que era protegida con paja para evitar que las aguas lluvias penetren al interior de la parva.
Paleros
Los paleros tenían el objetivo de llevar arquitectónicamente la parva y de manera equilibrada, es decir tenían que figurar las partes laterales, puliendo e igualando hasta el término de la misma. El instrumento utilizado por los paleros es la “PALA”, e1aborada de madera. También utilizaban una escalera para poder figurar la parte más alta de la misma. Tres personas se dedicaban a este trabajo.
Mayorales y Mayordomos.
Pertenecían a la organización de la hacienda colonial y cumplían la responsabilidad de dar órdenes para la buena ejecución en forma ordenada sobre el trabajo a llevarse durante los días y semanas hasta terminarse la cosecha; es decir, eran ejecutores sobre la explotación de la fuerza de trabajo de los peones.
Estos sujetos, tenían la atribución para castigar y sancionar a quienes no demostraban cariño y armonía en el trabajo, por alteraciones o protestas a las autoridades administrativas de la hacienda. En cada grupo de trabajo, existían uno o dos mayorales que vigilaban el desenvolvimiento normal de la cosecha.
El administrador principal o general de la hacienda Permanecía junto a la parva, los segadores eran controlados por el mayordomo principal con dos ayudantes, quienes emanaban órdenes a los cortadores de la mies.
Los grupos de cargadores eran controlados por los llamados PARAMEROS, (mayorales que cuidaban los cerros o pajonales y a los animales que en ella habitaban) montados en sus lujosos caballos que caminaban junto con los transportadores de trigo con la finalidad de controlar, porque estos escondían o regalaban la gavilla a chalak warmikuna.
Chalakkuna
El trigo era un alimento especial que se comercializaba en las grandes ciudades como: Cuenca y Guayaquil; de cuya materia prima se obtenía la harina, que servía como alimento de primera necesidad para la elaboración del pan, tallarín, fideo, etc. Mientras que los miembros de las comunidades aledañas de la hacienda no tenían facultad de cultivar el apetecido cereal, por tal razón acudían cierto número personas menores y mayores de edad, mujeres solteras para recoger la gavilla caída o desperdiciada durante el corte y el acarreo del trigo. Todo lo recogido era guardado para la alimentación diaria de la familia durante el transcurso de los días y meses del año.
La música y vestimenta
Música
Nuestra música tiene como para no dejar que la desplacen los sonidos de la nueva era, las instituciones culturales tienen la obligación de cultivarla y difundirlas a niños y jóvenes para evitar que nuestro arte musical no se pierda o se degenere. No es justo que a nuestra música se la postergue o se la degenere, Si somos modernos, o queremos asumir como tales, no nos apartemos; cantemos nuestra propia música que tanto nos gusta y que siempre está presente en nuestra vida diaria, pero aquellas que expresen nuestras costumbres, leyendas y tradiciones en las que brotan el alma, el sentimiento cañari, En nuestra tierra todo es música; desde la queja del pajonal. azotado por el viento hasta el llanto del peón, azotado también por las angustias.
Tomando en cuenta que estas composiciones están dedicadas a cantar leyendas y tradiciones; por lo tanto, para cantar y oírla, se necesita tener alma y sentimiento. Es así nuestro Haway es fruto de la Cosecha del maíz y posteriormente el trigo que realizaban en las antiguas haciendas. Dentro del trayecto de la cosecha y el ritual del Haway se interpretaban músicas típicas de nuestro medio, siendo los siguientes: La cosecha, Kuy uchu, Mama Carmela.
Vestimenta
Históricamente la vestimenta ha sido confeccionada, utilizada y recreada desde la época Preincásica hasta la actualidad, con variantes en su fabricación, según el desarrollo de los instrumentos de trabajo y el avance de la tecnología textil. Cada grupo de trabajadores organizados de la cosecha tenían o llevaban la vestimenta típica de acuerdo al trabajo que lo realizaban.
Los segadores utilizaban SAMARROS de color negro o blanco elaborados de cuero de oveja o de cabra que generalmente sirve para protegerse del frío o para el trabajo y con el fin de evitar heridas en la piel causadas por el rastrojo del trigo o la hoz. Servía para cubrir o proteger el pantalón tejido de bayeta. El calzado era la ushuta hecho de cuero de res, la base era de tabla, después lo hicieron sólo de cuero; posteriormente se utilizó la ushuta de caucho y finalmente de zuela, la misma que se mantiene hasta la actualidad, vestían lujosas camisas de color blanco bordadas con hilos de colores atractivos, se formaban figuras como: ramilletes de flores, cruces, palomas, churucos y número ocho, los adornaban el cuello, en el codo y el puño; los hilos eran comprados en las tiendas.
Desde la época de los cañaris utilizamos la kushma, que tiene la forma de un poncho alargado, tejido en telares de mano y del pedal; con hilos de lana de oveja, los colores favoritos son el color negro o gris. En la cintura sujetamos con un CHUMPI (faja), a lo largo de la faja es adornado con distintas figuras de animales, cruces, escrituras sobre fechas de nacimientos, nombres de personas y ciudades importantes.
Sobre la kushma cargaban un poncho terciado, que también es de lana de oveja, de color rojo y negro. Sobre la cabeza llevamos un sombrero de color blanco, de lana sujetado con un pañuelo de seda de diferentes colores, para evitar que los fuertes vientos interrumpan el trabajo. El peinado de la cabellera era trenzado con cintillos rosados y azules.
El grupo de acarreadores llevaban vestidos típicos y apropiados. A diferencia de los segadores éstos hombres eran jóvenes, robustos, vestidos en forma elegante, su kushma estaba bien adornado con ribetes terciopelo en forma de una curva regular (churucos), en las esquinas con ramillete de flores, en su cuello llevan un pañuelo de seda de diferentes colores, esto con el fin de presentarse de una manera elegante ante sus enamoradas o figurar de la mejor manera ante las mujeres solteras, En la espalda llevaban un cuero de cabra o de oveja llamado WASHAKARA, que cubría y protegía su elegante kushma para que la espiga del trigo no estropeara.
Los PARVEROS Y PALEROS tenían el mismo vestido que los segadores.
Los MAYORALES también vestían trajes típicos ya indicados; montados en sus caballos adornados, llevaban chicotes con el cual castigaban a las personas que no cumplían órdenes, y a veces por el desperdicio de la gavilla del trigo.
Las mujeres llevaban el almuerzo a sus maridos, vestidas con sus lujosas ropas típicas, en una mano lo llevaban la chicha de jora en sus calabazas (puru) y en la otra mano una olla de comida, olla de barro vidrioso pintado con un color verde amarillo que representa los campos de trigal, en sus kipis (una taza de comida envuelto con un mantel) que llevaban comidas criollas agradables como: papas cocinadas, mote, oca, melloco, etc. Algunas mujeres sobre el kipi llevaban su exquisita chicha de jora, que al llegar al lugar de trabajo lo entregaban a sus maridos o padres respectivamente, que consumían conjuntamente con sus compañeros y familiares y muchas veces con el patrón.
La Uyanza
Al final de la cosecha todos los trabajadores se organizaban para celebrar la denominada UYANZA”, mediante un encuentro festivo por la culminación de la cosecha y despedida entre los administradores de la hacienda con la gente trabajadora, aquí los dueños de la hacienda para calmar el ánimo de los trabajadores preparaban y entregaban chicha y aguardiente; por cuanto exigían alguna recompensa por el trabajo realizado, los trabajadores iban donde sus jefes y procedían a atarlos con fajas para luego llevarlos a la era, entregando una cruz muy lujosa, elaborada con trigo y adornada con flores naturales del campo. Durante la caminata hacia la era iban con ritmos del Haway, gritos, sonidos de quipa y también flautas; posteriormente daban una o varias vueltas alrededor de la parva.
EL significado era de rebeldía disimulada con la demanda de un obsequio, obsequio que por lo regular era la ínfima cuantía: algunos galones de chicha y cuantos litros de aguardiente, con que los trabajadores se embriagaban y así terminaban la cosecha. Lo que en la realidad hacían al atar con, fajas al patrón y sus servidores era poner de manifiesto su propia servidumbre, en que se encontraban por obra del régimen colonialista.
CONCLUSIÓN
El relato del Haway manifiesta alegría, tristeza y rebelión. Es la expresión de agradecimiento al Ser Superior por dar buenas cosechas durante el año, por lo tanto, el Haway es un fiel representante literario y artístico de nuestra cultura “Dejar que se se olviden estas hermosas manifestaciones de nuestros campos es dejar morir nuestras sementeras”. “Destruir una cultura es destruir a la madre tierra y a los pueblos indígenas, los explotadores de la tierra se están destruyendo a sí mismos y a las futuras generaciones”.
La vida ha comenzado en la tierra y en ella se debe continuar los numerosos rituales ancestrales de este pueblo que revela un reconocimiento constante, de hecho, que la tierra es la madre de todos los pueblos y la sociedad humana y el bienestar es inseparable de la tierra.
Algunos académicos han pronosticado la desaparición de las tradiciones y rituales que celebramos en un sentido de conexión espiritual con las tierras ancestrales. Sin embargo, estos rituales, continúan hasta la actualidad.